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¿Se va a acabar el Charrismo Sindical?

Santiago Roi

La noticia en principio debería ser casi banal: en el complejo Silao de la General Motors los trabajadores rechazaron el Contrato Colectivo de Trabajo en su forma actual en una consulta con todas las garantías de democracia y transparencia. El Sindicato Miguel Trujillo López, afiliado a la CTM, pierde en este acto la titularidad del contrato colectivo, los trabajadores no pierden ninguna prestación y quedan además libres de formar otro sindicato o afiliarse a uno ya existente. Un día normal en la vida laboral mexicana… ¿o no?

Pues no, justo lo que hizo la noticia extraordinaria y llamó poderosamente la atención de buena parte de los medios es que estas cosas prácticamente nunca pasan en México. El contexto en que finalmente se da este acto de democracia sindical es complejo, requerirá tal vez en un futuro un estudio mucho mas amplio del que aquí intento, y las consecuencias podrían ser bastante interesantes aunque de momento solo podemos vislumbrar, a escasamente una semana de los hechos, un atisbo de cambio en lo laboral. En lo que sigue intento un tímido esbozo de algunos de los factores involucrados.

Por definición el sindicalismo es una forma de equilibrar dos fuerzas encontradas: la laboral, es decir la de los trabajadores, y la económica, o sea la de los patrones. Solo la unión de quienes producen la riqueza puede enfrentar exitosamente al patrón o al capital, grande o chico. En México esta lucha pasa por muchas etapas. Refiriéndome solo a los tiempos post revolucionarios está suficientemente documentado el hecho de que a pesar de los artículos teóricamente favorables incluidos en la constitución del 1917, las leyes que reglamentaban estos artículos se hicieron esperar y, a veces, aun con ellas los patrones acosaban y hasta llegaban a asesinar o buscar otra forma de deshacerse de los lideres o de los trabajadores mas activos. De esto abundan ejemplos en nuestra historia. Con el tiempo la estrategia cambió, en vez de una lucha frontal con los trabajadores se buscó mediatizar o corromper a los lideres y aún a las autoridades laborales. El resultado de todo este movimiento, que aquí simplifico mucho, es el llamado Charrismo Sindical: un conjunto de centrales y sindicatos “obreros” sin democracia, sin transparencia, con líderes que frecuentemente son a la vez políticos, que ostentan cargos de representación como diputaciones y senadurías y que se encargan a través de una red de delegados o representantes en los sindicados de mantenerle la fiesta en paz a los patrones. Y esto en no pocos casos con la complicidad de los gobiernos de todos los niveles.

Las ventajas de este esquema para la patronal son evidentes, no solo hay menos conflictos y la producción fluye, también las ganancias son mayores dado que se imponen condiciones laborales precarias para los trabajadores tanto en lo que se refiere a sueldos como en prestaciones. Todo esto hace que la mano de obra mexicana sea mas barata que la de otros lugares en el mundo y por lo tanto la competitividad de nuestros productos en el mercado mundial es buena, pero a costa de sacrificar el nivel de vida de los trabajadores en el país.

En este estado de cosas es normal que un sistema como el neoliberalismo que solo atiende a la ganancia económica por encima de todo lo demás floreciera. Los gobiernos contribuyeron desmontando a punta de reformas las escasas garantías y prestaciones que aun habían quedado en la constitución, siempre apoyados por los (mal llamados) sectores obreros representados por los eternos líderes incrustados en las cámaras de diputados y senadores. El “éxito” de la aplicación de estas políticas se ve en el hecho de que México tiene uno de los peores esquemas de salarios en América Latina desde hace años. Varios

estudios y notas periodísticas han hablado de esta complicada situación, como referencia para la industria automotriz en el estado de Guanajuato puede verse esta nota de PopLab, por ejemplo.

Este estado de cosas se empieza a romper básicamente por dos razones: la primera es que México formaba parte de un tratado de libre comercio con Estados Unidos y Canadá. Durante mucho tiempo esto no fue un problema mayor, pero en algún punto un presidente nacionalista y de derecha como Donald Trump tenía que darse cuenta que el disfrute de los patrones mexicanos le quitaba oportunidades de negocio a los suyos y trabajo a sus ciudadanos, se llevaba plantas (y plazas) a México y al menos teóricamente lo podía inundar de producto barato. Paradójicamente las centrales obreras tanto de USA como de Canadá y el gobierno canadiense se unen a la idea de formar un nuevo tratado de libre comercio que garantice mejores condiciones laborales para los trabajadores mexicanos, entre otras cosas. Con la mejor buena voluntad de mundo quiero pensar que algún atisbo de solidaridad de clase podría haberse dado en el caso de las centrales obreras americanas y canadienses, pero me queda claro que la motivación básica era emparejar la competencia. Así, en el nuevo T-MEC se incluye un capítulo, el 23, que sin entrar en muchos detalles es un compromiso para respetar los acuerdos sobre las condiciones laborales de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) de la ONU y donde la legislación mexicana se encuentre por debajo de ellos buscar adecuarla para garantizar los mismos derechos en los tres países.

La segunda razón es que en 2018 entra en funciones un gobierno en México que puede ser criticado por muchas cosas, pero que tiene muy presente el problema de la precariedad laboral y se propone hacer algo al respecto, respetando en el proceso lo acordado en el T-MEC. Además de iniciar con una paulatina subida de los salarios mínimos, el 1 de mayo de 2019 se publica una extensa reforma a las leyes laborales mexicanas. Con esta reforma los trabajadores ya pueden, al menos en teoría, luchar por sus derechos laborales en una posición de mayor ventaja. Quedan, por supuesto, los sindicatos y las centrales charras que se oponen a cualquier cambio que afecte sus privilegios.

Llegamos así al caso de GM en Silao. De acuerdo con las nuevas reglas del juego los trabajadores del Complejo GM deben validar el contrato colectivo detentado por el Sindicato Miguel Trujillo López. Cabe mencionar que las condiciones en ese complejo no eran (o no son) buenas y como parte de los conflictos que han tenido lugar durante años existe un grupo de trabajadores despedidos que son el corazón de una organización que llaman Generando Movimiento (o GM, el guiño es mas que evidente) y desde afuera, o con los trabajadores que los siguen dentro de la planta, tratan de retomar el control democrático de la vida laboral.

El primer intento por llevar a cabo la validación del Contrato Colectivo, en abril de este año, topó con las prácticas habituales en el charrismo sindical: cero democracia, amedrentar a trabajadores, intentos de cohecho, falsas informaciones y al final, el día mismo de la consulta, toda la parafernalia del comportamiento antidemocrático que llevan años practicando. El asunto tuvo repercusiones tanto a nivel nacional como internacional de manera que el gobierno y algunos organismos como la OIT, intervinieron para lograr que se repusiera el proceso, pero esta vez con vigilancia de la Secretaría del Trabajo y Previsión Social, el INE y la OIT como garante internacional de la limpieza de la consulta. Cabe insistir en que estos mecanismos no son ninguna injerencia como se ha querido manejar, están debidamente contemplados en los acuerdos de la T-MEC y las leyes mexicanas.

El resultado es conocido: a pesar de que un grupo nutrido de trabajadores apoyó el contrato colectivo y con ello al sindicato charro, la mayoría lo rechazó, con las consecuencias ya descritas.

Quedan en esta brevísima relación dos detalles mas por señalar, el primero es que aún sigue habiendo algunas patadas de ahogado, tanto por representantes del sindicato o la CTM, como por algún funcionario o ex-funcionario trasnochado, pero en mi modesta opinión no llegarán muy lejos ni afectarán en lo sustancial el asunto.

El segundo detalle es que al parecer sí hay un real temor entre el charrismo sindical de que el ejemplo cunda. De hecho el mismo sindicato que perdió GM echó para atrás una consulta similar que debería llevarse a cabo en otra empresa de la rama automotriz que le surte partes a General Motors. Al momento de escribir esta relación la información es precaria y solo está en esta nota.

Cabe preguntarse ¿se va a acabar el charrismo sindical?

(Agradecimiento: buena parte del material en que me basé para esta nota es recopilación de lo que el portal PopLab ha publicado durante meses. Vaya mi reconocimiento a sus excelentes periodistas).

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