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Nosotros, los traidores

Diario de un reportero


Miguel Molina


Ya no sé qué pensar. Ya no sé qué decir. Llegamos al momento en que un grupo político acusa de traición a la Patria a quienes no piensan como el gobierno. No hay por dónde empezar, no hay para dónde correr. Las relaciones entre unos y otros están torcidas, viciadas, y el otro solamente puede ser el malo que merece el infierno, porque el infierno siempre son los otros.


Hay leyes pero no hay quien las respete. Ya nadie puede ir por ahí contando el cuento de que la ley es la ley, porque la cosa no es así, ni hay quien acate las decisiones de la Suprema Corte ni quien confíe en las instituciones, y el gobierno no es la Patria.


Hay cosas que dan risa. Don Pablo Gómez, ahora director de la Unidad de Inteligencia Financiera federal y antaño respetado luchador de izquierda, tuvo la ocurrencia de amenazar a más de setenta y cinco millones de mexicanos que no quisieron votar en el asunto ese de la revocación de mandato. Si alguien se atreve a darle seguimiento a lo que dijo el señor Gómez, tendrá que considerar la posibilidad de suspender los derechos ciudadanos – como votar – a un montón de personas, porque la ley es la ley. A ver quién se chupa esa mandarina electoral.


Luego están los morenistas del Congreso, que decidideron demandar por traición a la Patria a los legisladores que se opusieron a la reforma eléctrica. Primero anunciaron que harían una consulta para ver si la mayoría de lo que fuera denunciaba a la oposición, pero después decidieron que no esperarían a saber qué piensa el pueblo bueno y procedieron a demandar a doscientos veintitrés legisladores que – con razón o sin ella, pero con todo derecho – ven las cosas de otra manera.


"Vamos a recolectar firmas para que sean miles, ojalá millones de mexicanos quienes presenten esta denuncia y que se haga justicia", declaró triunfante Mario Delgado, presidente (es un decir) del Movimiento de Regeneración Nacional, como si la justicia dependiera del número de firmas a favor o en contra de alguien. Tal vez lleguemos a ese momento, pero todavía no.


Podría seguir la lista de casos en que los morenistas sin memoria recurren a las instituciones que menosprecian y difaman cuando no tienen otra cosa que hacer, pero no serviría de mucho. Hay un ejemplo nuevo cada día. A veces dan ganas de llorar, lo digo en serio.


Nosotros, los traidores, los que no somos morenistas, los que no pensamos como ellos, veremos otras cosas. Sé que llegará un jueves en que alguien, en alguna parte del morenismo, diga que soy un traidor a la Patria y otras cosas peores, si no lo ha dicho ya. Y entonces, sólo entonces, le preguntaré a ese anónimo militante si realmente cree que todo esto ha valido la pena.


Desde el balcón

Otra vez, en la resolana, uno se pregunta qué es la patria, cómo es si uno la mira, dónde está, para qué sirve, de quién es, qué representa, y brinda a la salud de todo eso que no sabe. Uno se pregunta en qué parte de la Patria está la patria que no aparece en los discursos, en qué edificio oscuro está esa patria, en el cajón de qué escritorio, y brinda por lo que no se puede encontrar.


Nosotros somos la Patria con mayúscula, declaran unos ante el silencio azorado de otros. Y nadie les dice nada. Nadie les reclama haber tomado para ellos lo que es de todos y de nadie. Quién les dijo que la Nación es de ellos.


Uno toma un trago por no decir carajo, y piensa que esos dueños de la Patria van a vender – o vendieron – el agua de Veracruz, un estado que comienza a sufrir sequías por todas partes. Y el agua de la Nación se usará para que Constellation Brands — una patriota empresa de Estados Unidos – produzca cerveza. Ahí no hay traición sino negocio.



Cuando oscurece, desde hace varios días – y varias noches – las ranas del estanque celebran sin cesar la primavera con un coro unánime de gusto y ganas satisfechas. Y en medio de uno ese fragor uno recuerda a Manolo Muslera, un jarocho de veras que de muchos modos fue misanteco, y brinda por ese hombre bueno y generoso que murió esta semana. Salud.

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