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No entiendo todavía

Diario de un reportero


Miguel Molina


No entiendo todavía. He leído quejas sobre la determinación de la Suprema Corte en torno a lo que se transmite por radio o por televisión: tendrán que presentar las noticias como noticias, y tendrán que advertir que las opiniones son opiniones. Dicen que es un atentado contra la libertad de expresión de las ideas.

Sigo sin entender. Terminé de aprender el oficio en el entendimiento de que las noticias son sobre los hechos, sin adjetivos, porque los hechos son imparciales (en el enlace está la guía de valores editoriales de la BBC), y que lo que piensan quienes presentan las noticias son otro asunto. No recuerdo que nadie haya dicho que no se puede decir lo que uno piensa. Nadie ha callado a quienes critican al gobierno y sus alrededores, ni a quienes informan sobre la historia de cada día.


Tal vez no entiendo lo que pasa – o puede pasar – en México porque no he podido entrar al portal de la Suprema Corte para leer el documento que tantos critican pero ninguno ha publicado para que todos lo conozcan, como haría cualquier reportero, porque siempre es mejor fundar una opinión en los hechos y no en las opiniones de quienes informan.


Páguese la luz (II)

En marzo del año pasado supimos que en varios poblados de las estribaciones de la sierra de Zongolica – donde ocho de cada diez personas son pobres aunque tal vez tengan una televisión, un radio o un refrigerador, y donde una de cada cinco personas no habla español – comenzaron a llegar los recibos de la energía eléctrica.

Contamos entonces la historia de doña María, que vive donde la vida es dura y depende del maíz, del frijol, del café, del trabajo intenso, y porque allí le tocó vivir, pagaba a lo más trescientos pesos y a veces menos hasta la mañana de febrero en que recibió una cuenta de mil trescientos pesos. Fue a la Comisión Federal de Electricidad y le dijeron que primero tenía que pagar para que no cortaran el servicio y luego atenderían el problema.


Esa vez fueron a protestar. Eran tantos que los empleados de la Comisión los recibieron de treinta en treinta para mantener la sana distancia y les dijeron más de lo mismo: atenderían su problema. Los medios se olvidaron del asunto en poco tiempo y uno también, porque las noticias nos interesan más si son sobre personas o lugares que conocemos o nos quedan cerca, y la sierra de Zongolica está lejos de muchas partes. Y además están todas esas películas en la televisión de cable.

Hace casi un año de eso. Nadie ha hecho nada para resolver ese problema. Los veracruzanos que tienen menos son los que a fin de cuentas se ven obligados a pagar más porque así lo ordenan los sistemas de la Comisión Federal de Electricidad, abierta a considerar plazos de gracia para que los industriales paguen lo que consumen.


Esta semana, los cansados e indignados habitantes de la sierra bloquearon durante seis horas la Calle Real de Orizaba y se pasaron cinco horas hablando con un superintendente de la CFE que no resolvió nada ni hubiera podido explicar por qué les cobran tanto a quienes tienen poco o casi nada. Parece que todo es como antes, y ya no hay un gobierno neoliberal al que se le pueda echar la culpa de los recibos del trimestre pasado...


Desde el balcón

Aunque no ha terminado el mes, ya se acabó enero seco y uno hace taichí en el parque sin tomar en cuenta la brisa que sopla bajo cero. Uno se distrae con la idea de un país mejor, y el día parece jueves aunque no lo sea. Lo que uno piensa es que la transformación de la República pasa por el cambio de los mexicanos, que la reforma de la sociedad tiene que ser producto de una reflexión profunda de cada uno de nosotros y no resultado de un sermón que no tiene ya que ver con nuestro siglo.


Relajado con el ejercicio, uno sale al balcón – ni menos ni más frío que el parque –, se reconforta con una malta tan suave como la primera vez, y admite que hay cosas que ya no tienen remedio.

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