Diario de un reportero
Miguel Molina
Después de un tiempo, uno deja de extrañar el país que dejó pero sigue con un ojo al gato y otro al garabato. Y lo que ve no va bien. Supongamos sin conceder que la cuarta transformación busca cambiar al país, a sus gentes y a sus modos – y tal vez a las ideas de la gente – y recordemos la advertencia de Hermann Hesse: para nacer hay que destruir un mundo.
Sigamos suponiendo que el presidente tiene grandes ideas y buenas intenciones, y ha desaparecido o debilitado – con razón y sin ella – instituciones que le parecieron inútiles, costosas, corruptas, y que en su momento se conocerá el proyecto que dará a México mejores instituciones, más baratas, y a salvo de influencia o de favor.
Ojalá. A la cuarta transformación le quedan menos de mil días para echar los cimientos de la patria nueva, y convencer a una mayoría de que el país está cambiando para bien. Otra vez ojalá. No creo que haya mexicanos que deseen mal a la nación si con eso se daña al presidente, y si los hay no les deseo mal porque bastante tienen con ser como son.
Pero también hay evidencias de que la corrupción sigue siendo una herramienta para los tres niveles de gobierno. Y si hay corrupción hay corruptos que traicionan la idea de un país mejor, con una sociedad sana y un gobierno limpio
de polvo y paja. Los amigos, los socios, los partidarios, las personas de confianza son quienes pueden traicionar. Los demás no.
No se trata de que el traidor sea cualquiera que no esté de acuerdo con el poder, como declaró Jorge III de Gran Bretaña e Irlanda envuelto por el velo de la demencia. No. Se trata de que cualquier acto de corrupción puede considerarse como un acto contra la nueva patria.
Hay corrupción pero no hay corruptos
De ahí llegamos al momento en que la secretaría de Educación de Veracruz pagó a trabajadores muertos, a empleados que no tenían que ver con el proceso educativo básico, inclusivo, indígena o normal, y a quién sabe cuántos más, si hemos de creerle a la Auditoría Superior de la Federación. Los difuntos cobraron casi un millón de pesos. Los otros recibieron más de cuarenta y cinco millones. Hubo afortunados que tenían licencia sin goce de sueldo que recibieron unos once millones de pesos, y otros que habían dejado de trabajar en la secretaría ganaron casi catorce millones. Qué dicha.
Lo triste es que eso no es nuevo. Desde hace tiempo es público y notorio que hay aviadores en la secretaría de Educación – como en otras partes del gobierno de Veracruz. Se pagaba a ausentes y a difuntos, y alguien cobraba los cheques, y todos quedaban muy contentos. Cada nuevo secretario hacía declaraciones sobre el número de aviadores que había heredado y bla, bla, bla. No había denuncias, y si había caían en oídos sordos y cajones profundos de la Procuraduría de entonces y de la Fiscalía de ahora. Hay corrupción pero no hay corruptos.
No se sabe si alguien ha devuelto el dinero que le pagaron por error o por maña, nadie ha movido un dedo para recuperar el dinero público que se pagó entonces y ahora a personas fácilmente identificables. Y pensar que con mucho menos de lo que falta, la escuela secundaria 20 de Noviembre de Zongolica, podría pagar a los cinco maestros que no tiene desde hace seis años. Se cometen delitos contra el erario, se violentan los derechos de los niños a recibir una educación que valga la pena, y no pasa nada. Eso es corrupción. Y eso jode cualquier proyecto político desde adentro.
Desde el balcón
Hoy fue primavera toda la tarde. Hay un sol tibio y una brisa fresca. En el caminito de enfrente pasan señores con perros y señoras con carreolas, y uno sabe que cantarían si pudieran. Uno sale al balcón después de comprar la cena: verduras, frijoles blancos, tocino, vino, hierbas de olor. Pero en el aire soplan vientos de guerra. Rusia invade Ucrania con la mano en la cintura.
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