Samuel Schmidt
Hoy se recuerda a los 6 millones de judíos víctimas del aparato industrial de exterminio (Yom ashoa, día de la shoa), y a los millones víctimas de la intolerancia y odio que murieron a lo largo de los siglos en pogromos y persecuciones institucionales como la inquisición. ¿Qué sería del mundo si no hubieran aniquilado a todo ese talento, inteligencia y creatividad?
Levantemos la voz para condenar toda forma de odio.
El 3 de junio, algunos amanecerán con la cruda de la celebración y otros con la cruda de la hiel derramada porque la sociedad les cobró sus errores y les mostró su rechazo.
Algunos estarán pensando y de forma tal vez muy preocupada, sobre la forma en que cobrarán los créditos que le dieron a partidos y candidatos y saben que caminarán por el vía crucis de los abusos de la política, de esto sabe por ejemplo Javier Corral a quién Televisa le cobró después de largos años quitándole una casa.
Pero todos estarán pensando en su futuro. Los ganadores saborean el poder y se aprestan para acomodarse ante el reparto de los puestos y canonjías, todos tras el hueso.
Algunos de los perdedores tendrán que buscar mejores oportunidades, algunos volverán a sus negocios sin la esperanza de que les caiga algo de agüita del presupuesto público, otros saben que algo les caerá de las prerrogativas de ley que permitirán que los burócratas de los partidos despilfarren los fondos públicos por otros seis años, otros más estarán haciendo cuentas de los parásitos que entrarán al congreso por la vía plurinominal, o sea sin que nadie los haya electo, para vender caro su amor (aquí hay que cantar perfidia) y para generar algunos empleos para los sufridos activistas.
En otra escala, el INE deberá empezar a actuar para recuperar los bienes de los partidos que habrán desaparecido, porque esos bienes comprados con fondos públicos le pertenecen al Estado; según algunas cuentas se espera que sean unos tres partidos que se van por no contar con apoyo social, y tendrán que rendir cuentas y devolverle al fisco lo que no es de ellos, el pasado nos muestra que esto no siempre es fácil, además que posiblemente estén ahogados en deudas las que se deben pagar. Usualmente se endeudaban comprometiéndose a pagar con las prerrogativas, así que ahora queda la duda, de quién pagará.
Los caciques estarán estudiando su nueva relación con el poder, en algunos casos habrán ganado la partida y sus candidatos ganaron, pero si accidentalmente perdieron, seguramente se acomodarán con los nuevos. Para ellos sin duda se mantiene el gatopardismo, que haya elecciones para que no cambie nada.
Los hampones que han vivido de las canonjías del Estado estarán moviendo sus fichas para retener privilegios, pienso en rufianes como Salinas Pliego que se ha ganado el reconocimiento como sobornador bi-nacional.
Los pesimistas piensan en el gatopardo, no importa quién gané, se impondrá la vieja cultura política mexicana donde reina el abuso y la impunidad, donde gente con procesos judiciales ganan para gozar de fuero y seguir haciendo de las suyas, donde el poder es un instrumento de revancha y promoción de los amiguetes, o sea la amigocracia.
Los optimistas piensan que con el resultado de las elecciones hay dos caminos: el retroceso a las prácticas patrimonialistas y corruptas, lo que según las encuestas se ve poco posible, o el refuerzo de una opción de profundización del cambio y posiblemente el camino hacia un nuevo régimen.
Falta poco para el día después, ese día revisaré este artículo y le platicaré si atiné o no.
@shmil50
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