En 2016 muchas comunidades de la Mixteca Poblana realizaron misas mayores para que Donald Trump perdiera las elecciones, los pueblos veían con preocupación que la retórica antimexicana del republicano radicalizara las medidas que Barack Obama implementó durante su administración. La separación de familias, las expulsiones injustificadas, la destrucción del sueño americano en muchas personas, generó una preocupación generalizada ante quien amenazaba con un muro total, la expulsión de todos los mexicanos y la hipoteca al país para pagar los costes. ¿Qué hará el gobierno y la sociedad en México si deportan a millones de compatriotas? ¿Cómo se pagará el muro? ¿Donald Trump va a invadir México para acabar con el narcotráfico? A toro pasado, con eso que dicen los pricomunistas guadalupanos de que Dios es priista y proyanqui, ya no se sabe qué sucedió. O Dios escucha demasiado tarde o, de plano, también le caen mal los mexicanos.
La derrota de Donald Trump era cuestión de tiempo, no tuvo la capacidad de crear las políticas públicas para someter al capitalismo financiero de su país, faltó visión para someter a la burocracia, los aparatos de inteligencia y las fuerzas armadas en la misión de contener el declive de Norteamérica. El sentido común de Trump, malogró en considerar que sólo con el liderazgo bastaba para movilizar el aparato público y rescatar al Estado. El capitalismo financiero y globalizador, en conjunción con los movimientos progresistas dobles financiados por la derecha pragmática y un conjunto de medios comunicativos falsos, le han llevado a arruinarse en la posibilidad de un paréntesis en el postneoliberalismo extractivista que se reactiva con Joe Biden.
El fracaso de Donald Trump es la pérdida del Estado Norteamericano y un claro mensaje para naciones como Inglaterra, Rusia y China, soberanos e imperiosos en la idea de mantener protegidas sus economías. Al poder de los capitales golondrinos se ha sumado la capellanocracia de la Iglesia Católica que, precisamente en el secreto y la anarquía política, ha logrado sustentar gran parte de su poder.
Para algunos, Joe Biden representa la civilización de la política democrática y el capitalismo globalizado. No lo parece. La geopolítica de la Segunda Guerra Mundial se desmorona y no hay pronóstico que permita entender el nuevo escenario donde el Imperio pretende imponerse. El Imperio (Hardt/Negri) es el modelo del capitalismo de portafolios, invisible, virtual, que pretende sustraerse al control estatal y es promotor de un neoliberalismo anarquista: ese que se dice capaz de promover golpes de estado, o cualquier otra cosa, para conseguir el litio donde sea. El imperio ha derrotado al imperialismo así como éste derrotó al comunismo. La crisis global de salud es más grave que la caída de la URSS en 1989. Es urgente ralentizar la globalización financiera, fortalecer el estado y mantener seguras a las naciones. El imperialismo yanqui deja su lugar al imperio de las inversiones ocultas.
Para México la situación de Estados Unidos es más que importante. La experiencia después del desarrollo estabilizador indica que Banqueros, Empresarios e Iglesia Católica, siempre operan contra los intereses populares. Reflexionando sobre una de las administraciones más jóvenes y dinámicas, el sexenio de Carlos Salinas de Gortari, se pueden detectar los errores en su administración, conforme la autocrítica de sus obras, y reflejarlas en la situación que como en el caso de Donald Trump pueden llevar al fracaso del proyecto: no eliminar a la nomenklatura, pactar la reforma del art. 130 constitucional y depender del capitalismo financiero.
Desde l994 el estado mexicano no ha podido restaurarse y la economía nacional se ha ido a pique. Salinas ha reculado del neoliberalismo y señala la importancia de una economía de liberalismo social conjurada del capitalismo financiero/imperio y con un Estado fuerte. La lección que a CSG le costó el proyecto transexenal, se ha repetido con el efecto dragón, zamba, tequila, y2k, la guerra contra el narco, etc. El neoliberalismo extractivista, como el anarquismo financiero, son enemigos de la humanidad y disponen de un individualismo extremo que puede acabar con todos.
Luc Boltanski señala la importancia de una realidad donde la esfera política brinde seguridad, certeza y legalidad –de algún modo- a los ciudadanos. Ahora todo eso parece estar destruyéndose. Los enemigos del Estado: capitalistas, delincuentes y sociedades secretas, procuran la ingobernabilidad y la confrontación, la excepción del estado de derecho, el colonialismo y la soberanía de los poderes fácticos. Esa es la realidad que dominará Estados Unidos y que en México se insertó desde finales de los noventa. El imperio representa la muerte de la política, de la ley, de la sociedad y de las verdaderas libertades responsables. El control de la incertidumbre es más que necesario en situaciones de crisis humanitaria como la que se vive actualmente; empero, el imperio se oculta y debilita a los Estados. El orden del caos es lo que busca el capitalismo financiero (Naim). La muerte del Estado implica la sujeción absoluta a los poderes criminales. Ni los empresarios ni la Iglesia Católica, ni los banqueros ni los movimientos sociales progresistas, salvarán al pueblo, quien lo tiene que hacer es la comunidad política por excelencia: el Estado.
El sistema político mexicano es sumamente débil frente a las variables de Estados Unidos, la naturaleza y la salud. La derecha mexicana, aún en su vertiente fascista, nunca se ha preocupado por la fortaleza del Estado nacional. Una influyente comentócrata en redes sociales, Patricia Navidad, compartía en Twitter durante el proceso electoral norteamericano: “La llamada derecha mexicana apoya a la izquierda de EEUU, dicen no querer socialismo, comunismo ni dictadura, pero apoyan y defienden a Biden que viene con agenda de Nuevo Orden Mundial, comunista, dictatorial y tiránico”. En el mismo sentido, Eduardo Verástegui cuestionó a Ricardo Anaya su apoyo al Partido Demócrata y su candidato.
En CSG y Trump debe mirarse López Obrador. Morena tiene un canibalismo y brutalidad bárbaros, cada vez es más que evidente la carencia de proyecto político y gobernabilidad. Una cosa queda clara en la breve experiencia de los gobiernos morenistas a nivel estatal y federal. La democracia es laica o no es democracia. El eje de la religiosidad fue más que importante en la propuesta de AMLO para conseguir alianzas diversas que le permitieran llegar al poder. Sin embargo, la mayor parte de estos grupos han trabajado sólo para sus intereses y en nada han contribuido a la transformación social. El problema de la gobernabilidad en México es no tener un aparato de participación política que sea superior al corporativismo de la iglesia católica y la preocupación económica de los empresarios.