Desde hace varias décadas un nutrido grupo de historiadores y científicos sociales han destacado el hecho de la colaboración entre antisemitas, nazis y la oligarquía norteamericana. Más allá del pragmatismo político que justifica la proyección de Estados Unidos como vencedor de la Guerra Fría y única superpotencia en un mundo peligrosamente multipolar, la clase política estadounidense poco considera el efecto boomerang de estas acciones. Pero, ¿y si es verdad que el IV Reich se construyó desde la CIA?
El señalamiento de terrorismo a grupos nacionalistas rusos evidencia que el gobierno invisible norteamericano sigue al calce las ideas de Alfred Rosenberg y Adolfo Hitler. La acusación contra el Movimiento Imperial Ruso es una intervención innecesaria en el gobierno de Vladimir Putin y de la forma como el modelo eurasiático cambia el orden mundial; después de todo, Eurasia es un proceso lógico e inexorable.
En su práctica intervencionista, la CIA ha financiado grupos terroristas como el MIR en todo el mundo. Pero con todo y su peligrosidad, ya le gustaría al MIR alcanzar el poder económico, político y social que alcanzaron grupos de la ultraderecha mexicana. Pareciera que los nazis sólo son legítimos cuando Estados Unidos los patrocina.
En estos momentos, cuando el mundo parece depender del rumbo que tome la epidemia COVID-19, ya no se puede columbrar el futuro del orden mundial. Las guerras bacteriológicas son consecuencia de un terrorismo descontrolado pero fomentado por la competencia geopolítica de EU.
Mientras teóricos como Huntington recomendaron el aislacionismo norteamericano, otros consideran que aún tiene sentido balcanizar Europa del Este, de nuevo, para contener a Rusia y, después, dinamitar el mundo para que Estados Unidos conserve su hegemonía. En este sentido, mientras las ideas de Brezinski y Rosenberg se siguen neciamente y un virus misterioso nos tiene al borde de la extinción, es urgente que Norteamérica se contenga y controle a sus nazis y los de sus vecinos más cercanos, como México.
Nuestros nazis, porque también hay nazis mexicanos, también seguidores de la Cuarta Teoría Política, la supremacía blanca y el cristianismo de Salvador Borrego, integral intransigente; feminazis y seguidores de la Teología de la prosperidad, están a punto de procrear una estampida de migrantes latinoamericanos hacia EU que afectará considerablemente su gobernabilidad.
Los nazis latinoamericanos, y particularmente los mexicanos, tienen un virus más grave que el COVID-19: la rabia denominada anticomunismo, en nombre de la cual, en acciones más graves que las del MIR, destruyen todo el orden público del Estado Mexicano. La rabia anticomunista, ahora convertida en movimiento identitario, generará en el patio trasero de Estados Unidos, y en el sur de dicho país una guerra zombie que ya ha comenzado. Norteamérica debe permitir la evolución del continente euroasiático y circunscribirse a Latinoamérica. El Covid-19, como el Antrax y el AH1N1, son muestra de la vulnerabilidad humana e imperialista.
Hace algunas décadas, cuando se preguntaba quién ganaría la carrera espacial entre las superpotencias, en forma burlona se respondía que los científicos nazis que tenía Norteamérica eran mejores que los científicos nazis que tenía la Unión Soviética. Así, lo que parecía un chiste mostraba una cruda verdad: que los nazis, como los mexicanos, parafraseando a Chavela Vargas, nacen donde les da su chingada gana.
En Estados Unidos las Operaciones Paperclip y Blue fueron mostrando que los aliados guardaron los pertrechos nazis de cualquier tipo para enfrenar a la URSS. ¿Qué consecuencia tiene que la democracia liberal capitalista haya coexistido con los nazis? Para algunos autores como Noam Chomsky y una importante corriente intelectual crítica, la democracia en el mundo no es más que una fachada que guarda el totalitarismo del Imperio Norteamericano.