Trump calculó mal la situación. Causó desorden comercial en el mundo pensando que construiría un cuadro que lo hiciera necesario para corregirlo, pero ha sido tal el número de inestabilidades creadas, con serias consecuencias en las esferas doméstica e internacional, que es muy complicado hacer que los acuerdos vayan concretándose uno tras otro. Pero todavía ha sido peor el error de pensar que alcanzar acuerdos, por ejemplo con México y Canadá ayudaría a cambiar su situación frente al impeachment, pero se ha llevado una gran decepción.
Trump echó mano del poderío económico de Estados Unidos para reforzar la postura geopolítica de su país.
En un mundo globalizado, desde una postura tribal decidió presionar a diversos socios comerciales (México y Canadá), le declaró la guerra a sus contrincantes (China), y también uso ese poder para modificar relaciones geoestratégicas (Irán, Turquía). La falla en su plan está en como bien dijo una analista, las sanciones que impuso Trump no son otra cosa que pequeños impuestos locales para mercancías que se importan, y dada la expansión global de Estados Unidos y su dimensión económica, importan bienes y servicios de todo el mundo. Y como al parecer tampoco consideró la respuesta que recibiría, encontró que sus contrincantes aplicarían las mismas medidas, pero en zonas dónde tiene seguidores, de esa manera tuvo que subsidiar a los agricultores que dejaron de exportar a China.
Trump falló al no entender que las sanciones rompían acuerdos, pautas de colaboración y competencia, y los demás países también usaron la agresión para reacomodar intereses. Turquía e Irán han avanzado en el Medio Oriente, China ha aprovechado los vacíos dejados en América Latina y África, así los “enemigos” han apostado a las complicaciones que Trump tiene en el mundo y en casa, y es que todo el mundo mira hacia el impeachment como un momento decisivo para relaciones internacionales. Por lo visto, las presiones ejercidas por Trump no lograron doblegaron a los otros gobiernos.
En lo doméstico, Trump requería una victoria comercial. La firma de un nuevo acuerdo comercial con Canadá y México, que en conjunto representan el socio comercial más fuerte, era clave para demostrar que su estrategia funcionó. Pero descubrió que haber perdido las elecciones legislativas modificaba sus cálculos y los democratas no tenían necesidad de regalarle una victoria política, además de introducirle al tratado elementos laborales y ambientales como hizo Clinton en su momento, esos son factores de la agenda democrata.
Cuando los democratas avanzan en el impeachment y sienten que les es útil aprobar el tratado, marchan hacia delante, pero introducen condiciones no negociadas entre los países. Trump se aceleró y decidió un madruguete para quedarse con el mérito político, envió una misión para firmar un acuerdo preliminar que posiblemente negoció con el gobierno mexicano, ¿qué ofreció a cambio, la detención de García Luna? De haber estado esto involucrado en la negociación, era una recompensa mayor para AMLO.
Pero entonces entran las enmiendas en el congreso introducidas por los demócratas, que incluyen la vieja demanda de mejorar el nivel económico de los obreros, que aunque está en el centro de la agenda de AMLO, incluía un intervencionismo inaceptable y podía frenar la firma mexicana. Es así como México se encuentra ante una exigencia inadmisible, después de haber firmado y ratificado.
¿Engañaron o chamaquearon al gobierno y senado mexicano? Algunos suponen que parece configurarse un engaño, otros piensan que el gobierno mexicano pudo haber aceptado esas condiciones con la esperanza de que no repercutiera mayormente, lo que es poco factible.
Trump es poco dado a considerar los beneficios o perjuicios de los demás, y si lo único que el buscaba era una victoria para cambiar la correlación con el impeachment, se está llevando la sorpresa de su vida, porque como mucho en la política, estos temas están separados, aunque parezcan estar juntos, o por lo menos así lo presentó el.
Se llaman a engaño aquellos que piensan que este nuevo tratado se firmó entre iguales, y claman una violación a la soberanía mexicana, la que se hizo añicos desde que el PAN llegó al gobierno, pero no hay que perder de vista la diferencia sustancial de poder económico y político entre los tres socios y México es el socio más débil. Cómo dijo un senador, esos tratados en el corto plazo ayudan al débil y en el largo plazo al más fuerte, la cuestión es que el corto plazo terminó hace mucho tiempo.