Era lógico que con el cambio en el voto y el manejo del poder, los partidos políticos debían registrar cambios.
La finalidad de los partidos políticos es la toma por el poder y la mayoría de los partidos mexicanos se crearon verticalmente desde el Estado, luego entonces, el alejamiento del poder cuestiona las razones mismas de su existencia.
La relación entre partido y poder consiste en que se usa al poder para satisfacer a las bases, lo que convence a las bases para que voten y se mantenga el poder, porque aún cuándo hay fraude electoral hay que convencer a votantes.
El proceso que sacó al PRI del ciclo poder-voto fue prolongado y lento, al grado que sus líderes no se dieron cuenta de lo que se avecinaba.
La candidatura de Narro mostró el anacronismo de un político que se aferra a los puestos y el presupuesto aunque no tiene nada que ofrecer. Estaba confiado en que podría usar las viejas mañas para entronizarse sin darse cuenta que en el uso de mañas hay otros más hábiles que el.
Narro derrotado se va tratando de apuñalar a su partido, al que según el sirvió durante 46 años y del que se sirvió con la cuchara grande en el mismo período.
Y mientras tanto el PRI sigue a la deriva. Es incapaz de repensarse de acuerdo a las nuevas circunstancias políticas y se encamina a vivir de las migajas de la política, si no es que antes desaparece.
Así le estaremos reconocidos por haber gestado un sistema corrupto, represivo y muy estable, al grado que fue ejemplo y envidia en varios países. Pero la nostalgia no les servirá para nada.