Aún cuando Morena se conforma por una amplia pluralidad de fuerzas y grupos que lograron unificar la indignación para hacer que López Obrador alcanzara la presidencia de México, no existe la cohesión y fuerza para inhibir el efecto que tendrá el probable cambio político en Venezuela. Este hecho puede ser altamente significativo para los gobiernos progresistas de Latinoamérica. La intervención geopolítica de Norteamérica activa la licencia para que las oligarquías radicalicen sus posiciones. En México se van a incrementar las campañas de odio, el oportunismo de los medios de comunicación y la vileza de los actores políticos.
Los gobiernos progresistas aún se encuentran tratando de digerir los efectos que tiene la globalización neoliberal, aspiran a reconstruir un Estado de Bienestar que distribuya el ingreso, mejore la condición de la humanidad y salvaguarde el medio ambiente. Sin embargo, las cosas parecen ingobernables y las fuerzas neoliberales se hacen oscuras. La tarea es complicada frente a una sociedad sin conciencia de clase y mucho menos patria, sólo quiere eficacia y resultados para vivir el instante de una modernidad efímera y sorprendente.
Si el presidente Nicolás Maduro cae, la estrategia usada en Venezuela será el paradigma para confrontar y polarizar el gobierno de López Obrador. Puede parecer normal que en una democracia las fuerzas políticas compitan agresivamente por el poder, lo anormal es el comportamiento golpista y desleal al sistema político y a la comunidad. La ineficacia gubernamental o agotamiento del régimen chavista combinada con la ambición de la oligarquía venezolana, generan un ambiente difícil. A los últimos nada les importa su país, siempre han estado al servicio de fuerzas extranjeras y no tienen otra identidad más que Miami. En México esto ha sido igual desde hace tiempo, estos grupos son latentes y generan el ambiente adecuado para activarse.
Donald Trump quiere imponer un desastre global para retener la presidencia, ello constituye una ruta equivocada que no sólo está distante del elector norteamericano, es la causa del agotamiento y crisis en Estados Unidos. Los republicanos no terminan de asimilar la lección: intervenir en el extranjero implica que los problemas internos se multipliquen y el costo lo asuma el contribuyente. El intervencionismo es igual a la inmigración y subsidios excesivos para misiones inútiles en el extranjero. La globalización es incontrolable y, por eso, Estados Unidos debe concentrarse en sus problemas locales. Trump debe cumplir las promesas de campaña, asumir el carácter nacionalista que prometió, llevarse las trasnacionales a su hogar y proporcionarle empleo a su gente.
En México, la oposición a López Obrador empleará todas las campañas de desprestigio y miedo que estén a su alcance, no tienen límites y son capaces de poner al pueblo contra el pueblo. AMLO se encuentra en la misma posición que Vicente Fox al principio de su sexenio: genera resultados inmediatos o se adhiere a los corruptos de siempre para simular gobernabilidad. ¡Peces Gordos!, le exigían al de las botas, un pueblo dolido por tantos años de sufrimiento. La comprensión del dilema quizá pueda disminuir la enemistad entre ambos personajes.
La guerra mediática tarde o temprano surte efectos y son desgastantes para el gobierno en turno. No hay sociedad inmune ante tanto veneno, no hay comunidad que soporte más dolor en países como México. Es tiempo de que nuestro país y la región iberoamericana comprenda que, como señalaba Juan Linz, el presidencialismo no sirve como forma de gobierno y sólo genera la licencia para las intervenciones estadounidenses. El parlamentarismo es la vacuna necesaria para que las fuerzas políticas se obliguen a colaborar y se eviten escenarios como el de Chile en 1973 o Guatemala. Si Venezuela fuera parlamentaria ¿habría Golpe de Estado? La mezquindad de la oposición tiene que transformarse en corresponsabilidad gubernamental, nadie necesita revoluciones o Vietnams, se necesitan reingenierías de sistemas. Mientras la eterna reforma del Estado en México se olvide de este punto, siempre regresarán los Kissinger, la CIA, los Marines y la Contrainsurgencia.
El diálogo con la verdadera sociedad civil, la oposición a Donald Trump y los movimientos alternativos son estrategias efectivas en el corto plazo; no obstante, son placebos frene a una patología que se advierte como metástasis. El cambio de la forma de gobierno en México es un renglón necesario para no llegar a Venezuela.