El mundo de la farándula afirmaba: “los ricos también lloran”. La biografía mediatizada de Luis Miguel –uno de los fenómenos musicales iberoamericanos más importantes– evidencia el sacrificio que impone una estructura social basada en el sistema de castas, el rencor y la envidia, este modelo es la güeritocracia. A raíz del estudio demográfico del INEGI sobre la movilidad social, pudo mostrarse en cifras las consecuencias de la discriminación heredada de la época colonial donde tener ascendencia española y blanca era sinónimo de hegemonía; mientras, el resto de las castas sociales, eran condenadas a la disputa por la jerarquía en un orden que ha permanecido pétreo.
El México güeritocrático puede ser una construcción simbólica a partir de las reflexiones que dicho estudio generó. No obstante, la cultura social reconoce las reglas de dicha estructura. Debido a los procesos de colonización y conquista, en México se desarrolló una división racial que vincula al criollismo católico hispánico con los mejores estratos sociales y medios de producción mientras oprime a quienes se distancian de dicho imaginario social. Es en este sentido que los “gueritos”, independientemente de sus capacidades o pertenencia a familias aristocráticas, generalmente, obtienen posiciones de poder. Cada casta asume el toma y daca que su rol implica, hay ajustes históricos pero los extremos y la escala no cambian. El régimen contrarreformista subsiste en la arquitectura, las creencias y la historia.
La carencia de una verdadera revolución liberal en México lastima generacionalmente a todas las clases sociales. Casi nadie se salva, excepto quien sabe deslizarse por los clivajes sociales mediante el tartufismo, la corrupción y violencia, como lo hizo el padre de El Sol y las familias que integran la oligarquía dueña del país.
Francia e Inglaterra, después de 1600 años de Constantineidad –Unidad entre Religión y Política– generaron sendas revolucionarias para mostrar que el cielo se gana desde aquí. De esta suerte, el Estado aparece como un mal menor que puede atenuar el valle de lágrimas que implica la existencia; así, mientras la Ciudad de Dios perdura en el limbo del infinito, las necesidades cotidianas exigen que las personas concilien sus intereses, miedos y pasiones. El mito fundamental del cristianismo expone que la secularización es fundamental para la trascendencia, sin embargo, pocas religiones lo han comprendido y Occidente provoca la desaparición de la humanidad imbricando la ética protestante y capitalista.
El gobierno del Estado contribuye a que los hombres puedan salvarse de sí mismos. Contractualismo y representación del capital social son herramientas únicas para consensar la perpetuación de la especie. Esta es la lección que en México no se ha querido implementar; Estado en nuestro país es sinónimo de protección a delincuentes, juicio injusto, pederastia, feminicidio, transa, narcopolítica, prostitución, etc. La Constantineidad ha de ser limitada en función del bienestar humano.
Los candidatos a la presidencia de la república han manifestado la urgencia de reconstituir al Estado Mexicano, ¡ilógico sería que no lo dijeran! Sin embargo, las diferencias en el modo de instrumentar el sistema político han guiado las preferencias políticas de la gente. En efecto, como los editorialistas güeritos lo han reconocido, hay una morenocracia que está indignada frente a la güeritocracia. ¡¿Y cómo no?! ¿Sabrá Luis Miguel si fue justa la experiencia de su madre? Esa Constantineidad que le cobró el derecho a la fama al Sol musical, es un absoluto en México. El kiriarcado caciquil de la revolución mexicana pactó con el catolicismo integral intransigente, creando una narrativa anticomunista, excluyente, descompuesta, antimexicana que expresa bien el PRIANRD.
En el segundo debate entre los aspirantes a la presidencia, organizado por el INE, fue notoria la verdadera intención política de los distintos candidatos: una derecha que no sabe para qué es el Estado, oscila entre la violencia represora, el nacionalismo falso y la corrupción Constantina; un PRI que está consciente del enorme esfuerzo diplomático, político y económico necesario para recomponer las relaciones con un país que –simplemente– ya no soporta a México. Pero frente a ello, Meade no asume la responsabilidad histórica de su partido y no alcanza a establecer cómo desplazará al kiriarcado corrupto que lo designó.
La oferta de Morena, por su parte, es limitada cuando propone combate a la corrupción y Estado de Bienestar; sin duda el discurso es insulso, pero es lo más auténtico frente al Estado Fallido en que nos colocaron la ingobernabilidad y la oligarquía. Eso ha sido suficiente para que su candidato se beneficie de la enorme indignación que vive el país, porque sus propuestas combaten los pilares de la güeritocracia histórica.
Güeritocracia que hace de las mujeres una Marcela Bastieri o Malinche. Mentalidad que asume la exclusión, el racismo y la xenofobia para considerar nacionalismo sólo la mejicanidad varonil hispana-católica. Retórica que considera a los pueblos originales –morenos–, peores que los nazis; empero, oculta que el nacionalsocialismo alemán se fundamentó en el catolicismo. Actitud grosera y altanera frente a los diferentes –como Anaya frente al Peje o Margarita frente a Marichuy–, pero sumisa y cordial con los grandes capitales. Kiriarcado caciquil católico que ha expulsado a millones de mexicanos, que sustenta su economía en la explotación, monopolio, narcotráfico y corrupción. Tecnocracia región cinco, capaz de producir sólo Mirreyes y Esclavos. Constantineidad incapaz de aceptar que el Cristo histórico, como la Virgen de Guadalupe, es moreno.
El Movimiento de Regeneración Nacional puede alcanzar la presidencia de México en las próximas elecciones, pero el fin de la güeritocracia no depende de ello; el país debe cambiar para buscar su sitio en el concierto de los países y civilizaciones. Urge la separación de la Constantineidad para que el kiriarcado caciquil católico hispano –la güeritocracia– termine. En México caben todos y nadie debe escapar a la responsabilidad de integrarnos en un futuro mejor, el perverso sistema de castas colonial no puede durar toda la vida. Ni Estados Unidos lo tiene y, por eso, el gobierno norteamericano reclama a México que termine con su orden colonial.
Resulta difícil establecer si se aproxima una ruptura histórica en México, aún cuando ya es hora de abandonar la Edad Media. La movilidad social no debe depender del color de piel, el sistema de castas tiene que terminar y la güeritocracia no puede ser más nuestra característica como sociedad.