La distancia entre las ciudades de Nueva York y Washington DC es de 362 kilómetros. El viaje en automóvil dura alrededor de tres horas y media; en tren, cuatro horas y media y en avión una hora 20 minutos, a lo que hay que sumar el viaje al y desde el aeropuerto y la espera para abordar.
Elon Musk ofrece que podrá contar con la tecnología y la infraestructura para transportar pasajeros en el Hyperloop en sólo 29 minutos. Fijar la duración del viaje, esos meros 29 minutos es una parte esencial del proyecto, pues se corresponde con el persistente afán de disminuir el tiempo para hacer prácticamente todo lo que nos ocupa durante el día.
Para una parte sustancial de la humanidad la vida corre ahora a grande vitesse. Y aun eso no parece suficiente, se trata constantemente de acelerar todo para reducir el tiempo. El transporte, la información y las comunicaciones en general dependen cada vez más del ahorro de tiempo. La vida misma parece depender del colapso del tiempo, de un intento casi angustioso por domarlo.
Musk es un empresario prominente dentro del grupo que puede asociarse con un rasgo clave del modo de ser del capitalismo. Se trata del proceso de la destrucción creativa. Este rasgo fue destacado por el economista austriaco Joseph Schumpeter en la década de los 50 con lo que llevó para adelante las nociones de Smith y Marx. La innovación sin pausa, colocada como carácter básico de este modo de producción y asociado, igualmente, con la teoría de los ciclos económicos. Esa innovación corre hoy en una pista paralela al tiempo.
La destrucción creativa llevó a la obsolescencia del caballo con la aparición de la máquina de vapor y luego del motor de combustión interna; la aviación obligó a la adecuación de los ferrocarriles y los barcos, la telefonía relegó al telégrafo, hoy ya no se requieren líneas físicas basadas en cables; el cine y la televisión propiciaron el ajuste de la radio y la prensa escrita. Internet literalmente acabó con muchas de las formas anteriores de acceso a la información y la comunicación interpersonal.
También se ha modificado radicalmente el sistema de pagos, la concesión de créditos, la colocación de las inversiones y la recaudación de impuestos en la economía. La tecnología ha desplazado innumerables ocupaciones y, con ello, ha modificado significativamente el mercado de trabajo. La lista corresponde a la historia misma del capitalismo. Y aún faltan las consecuencias previsibles del aumento de la capacidad robótica.
Un breve recuento muestra que Musk ha hecho carrera y fortuna como empresario en varias de estas modalidades. Fundó Paypal en 1998 con otros socios, un sistema de transferencias instantáneas de fondos de una cuenta a otra. En 2002 fue vendida a e-Bay por 1.5 mil millones de dólares.
Invirtió su ganancia en SpaceX en ese mismo año y en Tesla Motors en 2004. La primera de esas empresas ganó en 2007 una licitación para llevar cargamento a la Estación Espacial Internacional, lo que ocurrió en 2012. Planea producir vehículos para transporte espacial y concibe hasta la eventual colonización de Marte. La segunda, comenzó a fabricar, ese mismo año el Modelo S de auto eléctrico del mismo nombre y se asocia con el proyecto para crear granjas de baterías con gran capacidad de almacenamiento de electricidad.
El Hyperloop es un sistema que recuerda los tubos al vacío que solían usarse en los grandes edificios para mandar documentos de una parte a otra. Ahora se trata de un modo de transporte de pasajeros y de carga. Un tubo sellado con un receptáculo o cápsula que se desplaza adentro sin fricción y por medio de motores de inducción y compresores de aire alcanzando una gran velocidad.
Este transporte podría cubrir la distancia de 560 kilómetros entre las ciudades de Los Ángeles y San Francisco a una velocidad promedio de alrededor de 970 kilómetros por hora en 35 minutos.
La sociedad parece estar cada vez más obsesionada con el tiempo. Podría decirse que se trata del colapso mismo del tiempo. Esto entraña profundos cambios en el modo de vida, las formas de la relación interpersonal y hasta la concepción misma de la existencia.
Se trata de la idea misma del tiempo, de la percepción que tenemos de su transcurso imparable y, también, de su sentido vital y emocional. Byung-Chul Han en su texto titulado El aroma del tiempo: un ensayo filosófico sobre el arte de demorarse, se aproxima al tema de la aceleración del tiempo y, por extensión, al asunto de la grande vitesse con la siguiente consideración. Aquello que en la actualidad experimentamos como aceleración es solo uno de los síntomas de la dispersión temporal.
Se trata, según este autor, de la falta de sincronía que conduce a diversas alteraciones temporales y a la parestesia (la sensación anormal de hormigueo y adormecimiento de la piel provocada por el sistema nervioso o circulatorio). Esto provendría del hecho de que el tiempo pierde su ritmo ordenador, su compás. El sentimiento de que la vida se acelera, en realidad, viene de la percepción de que el tiempo da tumbos sin rumbo alguno.