Aún cuando Manuel Camacho Solís fue el intelectual de un régimen neoliberal que ha perdurado durante casi treinta años, es importante señalar algunas de las diferencias que ponderaba respecto del sistema político mexicano y sus agotamientos. Desde finales del siglo XX, Camacho entendió que el colapso en el control político del régimen era un elemento a tomar con seriedad a causa de la ineficiencia económica contextual y el cambio social. Por tal razón, el grupo de tecnócratas y la implantación de un nuevo modelo económico iba a permitir que las élites políticas se renovaran y que el régimen adquiriera los insumos necesarios para tener clientelas electorales efectivas.
La trayectoria del grupo compacto ha sido reseñada como una historia exitosa. Una revolución silenciosa que modernizó México de una forma incomparable. Sin embargo, en la perspectiva de la larga duración, este ha sido uno de los dilemas constantes en el diseño gubernamental del país. En realidad, la ruta crítica del grupo “Política y Profesión Revolucionaria” se ha ensayado en varias ocasiones y tiene que ver con el ejercicio político desde el exterior. El control político colonial en su máxima plenitud.
Erika Pani y Silvestre Villegas han insistido en la configuración política de los liberales moderados, positivistas, científicos, tecnócratas que siempre han tratado de imponer criterios de racionalidad liberal pero que invariablemente terminan en gobiernos draconianos que generan abuso, corrupción e impunidad.
De forma constante, ha habido en México una élite que guarda un escaso sentimiento nacional y, no obstante que se hacen aparecer como reformadores, siempre resultan mercaderes que apuestan por una modernización conservadora que sigue los guiones de las potencias occidentales y los mercados financieros, aún cuando ello implique el sacrificio de una gran parte de la sociedad.
Estos especialistas del gobierno se constituyen como una aristocracia técnica del poder. Son capaces como asesores gubernamentales pero no tienen la conciencia del orden profundo que guardan las cosas verdaderas del país. John Womack y Rhina Roux y Germán Pérez Fernández del Castillo señalan que las revoluciones o revueltas mexicanas ocurren cuando se genera la injusticia y pérdida del sentido de comunidad.
Aún cuando los liberales moderados son gradualistas, sus proyectos siempre se terminan involucrando en forma arriesgada con los proyectos colonizadores de potencias imperialistas. De ahí que su forma despótica y alejada culmina siempre con la radicalización de los movimientos sociales que se rebelan frente a la modernización y sus proyectos. El zapatismo es una expresión de esta modernidad resistente que caracteriza a México. Esta es la gobernabilidad colonial manejada desde el extranjero a la que el país se enfrenta desde ahora.
Con todo y que Manuel Camacho Solís pugnó por un Cambio sin Ruptura, lo cierto es que cada vez más nuestro país necesita una gobernabilidad independiente y democrática. Autores como Francisco I. Madero, Andrés Molina Enríquez, Samuel Schmidtt, Germán Pérez Fernández del Castillo y Rhina Roux han detectado los problemas del país, pero lo más importante es recuperar la independencia, es decir, formar gobiernos que propugnen proyectos nacionalistas sin sometimientos del exterior. La globalización se ha vuelto más compleja, quizá imposible de manejar y se hace necesario empezar desde casa a construir los elementos que nos van a proteger.
Ahora es necesario un Cambio con Ruptura, es decir, el abandono de una gobernabilidad colonial y el diseño de una gobernabilidad democrática, independiente, nacionalista. La Ruptura Histórica va a permitir al país afirmar su identidad, la civilización adonde pertenece y, a su vez, generará cohesión en el orden social.
El matrimonio salinista PRI-PAN –con el amasiato posterior del PRD- conformó esta élite de liberales moderados que siempre se pensaron al servicio del extranjero. A esta forma de gobernar se deben las revoluciones. Su modernización siempre es expolio, abuso, injusticia y servilismo al extranjero.
El gobierno de Donald Trump implica un riesgo para México y, afortunadamente, el agotamiento de esta perspectiva de gobernabilidad colonial. Quizá nos encontramos como en 1808 y la independencia nos alcanzó por default para ser aprovechada de mejor manera.
La élite de los liberales moderados del siglo XX, como dice Bonfil Batalla, perteneció a ese México Superficial que no comprende al México Profundo. Este grupo siempre ha pensado en la necesidad del apoyo exterior para mantener un orden modernizador autoritario.
El grupo neoliberal al que Camacho Solís diseñó una ruta de acceso al poder político presidencial, posteriormente le excluiría de la sucesión y ello le orilló a reconsiderar los escenarios de un cambio político que necesariamente incluiría la democracia representativa.