Es clamor popular la solicitud de la renuncia de Peña Nieto. Aunque muchos atribuyen la furia a la visita de Trump y la falta de dignidad presidencial en el manejo de la misma. La realidad es que ya desde antes muchos reclaman contra su permanencia.
Algunos de sus defensores sugieren que habrá una crisis constitucional, lo que no es cierto, porque la ley tiene previsto el mecanismo para la caída eventual del presidente. Sin duda que se romperá el mecanismo de la sucesión presidencial, lo que puede ser una suerte, porque tal vez se empareje el plano y todos compitan en cierta igualdad de condiciones.
Muchos se espantan porque en cien años esto no ha sucedido, pero tampoco había sucedido que a un presidente se le mostrara públicamente su corrupción.
Si cae el presidente el país sufrirá una gran sacudida turbulencia, lo que bien visto no quedará del todo mal, porque eso es tal vez lo que necesitamos para ver si se corrigen los políticos.
Los gobernantes deben saber que no tienen carta blanca para hacer lo que les venga en gana, que son sujetos de supervisión política y que deben rendir cuentas. Y si no cumplen con las expectativas sociales, deben tomar el camino a casa.
En varios países han empezado a tirar a la basura a políticos corruptos. Peña sin duda ya está en el cubo de la basura de la historia y no hay razón para que tengamos que seguir tolerándole dos años más de desaciertos y de saqueo descarado del país.