Hace varios años que escuchamos sobre la muerte de mujeres de otros países que son atraidas a México por la ilusión de la fama y la ganancia rápida. El común denominador es que se trata de bailarinas o modelos que buscan jauja en México y muchas encuentran la muerte.
Lo primero que viene a la mente es que estamos ante una red de trata que propicia prostitución de alto nivel socio-político, aunque posiblemente a esas jóvenes no les haga la justicia económica que les ofrecieron.
No vamos a argumentar en contra de las mujeres que por voluntad propia ejercen la prostitución, o sea que lo hagan como opción libre.
Sin embargo, esas muertes hacen pensar que posiblemente no eran tan libres, y es posible que estemos frente a un fenómeno de esclavitud sexual del que se huye solamente con la muerte.
Las muertes son sospechosas. Mujeres que caen desde pisos altos, y la última víctima, una joven que supuestamente se lanzó para caer lejos y una rama de árbol la terminó de catapultar lejos del edificio de dónde se lanzó desnuda.
Pero más sospechoso es, que fuera del ruido inicial, al muy poco tiempo, las investigaciones se silencian y las familias de las víctimas, cuando pueden venir al país, son incapaces de relanzar y transparentar la investigación.
Hay silencios sospechosos sobre las redes de trata y de prostitución. El gobierno no descubrió la red que se descubrió por los medios en Tlaxcala, tal vez por los fuertes intereses involucrados en el turismo sexual, prostitución infantil y éstas otras redes.