Cuando el pueblo de Israel salió de la esclavitud, en su caminar por el desierto se quejaban de todo y por todo, una de las quejas mayores fue el agua y la comida que Dios les proveyó durante su caminar de 40 años. En una de las ocasiones en que se quejaban por agua, Dios les dijo a Moisés y Aarón: háblale a la piedra y saldrá agua, el agobio del tumulto y las quejas sobre ellos los llevaron a golpear la piedra, de donde salió el agua, pero Dios les dijo que, por no haber obedecido, no verían la tierra que le prometió a sus ancestros.
En otro caso Dios le mandó a Moisés a escoger 12 líderes de las 12 tribus para mandarlos como espías a recorrer la tierra que iban a heredar y traer un reporte, en ese reporte 10 de ellos mintieron y solo dos dijeron la verdad, por lo que Dios los gratificó, en especial a Josué hijo de Nun a quién le puso bajo la tutela de Moisés para que se convirtiera en su sucesor en el liderazgo del pueblo de Israel.
En el libro de Deuteronomio capítulo 3, vemos como Moisés le suplica a Dios que le deje entrar a la Tierra prometida, Dios le responde que será su sucesor el que lleve a Su pueblo a través del rio Jordán, tal y como podemos leer en el libro de Josué capítulo 1 versos uno y dos: Sucedió después de la muerte de Moisés, siervo del Señor, que el Señor habló a Josué, hijo de Nun, y ayudante de Moisés, diciendo: Mi siervo Moisés ha muerto; ahora pues, levántate, cruza este Jordán, tú y todo este pueblo, a la tierra que yo les doy a los hijos de Israel.
Esta decisión marcó una pauta de renovación en la relación de Dios con el pueblo; esta nueva generación que conoció solo a un Dios, que no supo de idolatría y que confiaban completamente en la dirección divina de ese Dios que ellos conocieron en el desierto, pasó por las aguas del rio Jordán a recibir la heredad ya prometida a sus ancestros.
El cruce del Río Jordán impactó a este pueblo en lo espiritual, además de dar la pauta para establecer una estructura socioeconómica dentro de la estructura social establecida en el desierto, que contaba con líderes de tribus, y un sistema jurídico, cívico y religioso. No fue el mismo impacto cuando cruzaron el Mar Rojo al salir de la esclavitud hacia un mundo que nunca conocieron, pues habían vivido más de 400 años de esclavitud donde los hijos nacían siendo esclavos, sin tener un liderazgo social o religioso establecido.
Tener una actitud de paz y tranquilidad no tiene precio. Es una actitud que dice: confío en Dios y habla con fuerza a la gente. Pero se necesita tiempo y la gracia de Dios para ser consistente en la búsqueda de esa paz.
A menudo y con mucha frecuencia, nuestro nivel de estrés está atado a nuestras circunstancias, ya que éstas nos tienen ocupados en la lucha de sobrevivencia en la vida, ya sea en nuestras finanzas o nuestro amor y relaciones.
Para conquistar el estrés en nuestras vidas, tenemos que aprender a practicar la paz que se ha proporcionado para nosotros por el poder vencedor de Yeshua el Mesías de este mundo.
Una forma de desarrollar una consistente paz, es aprender a vivir el momento, porque generalmente nos pasamos la vida pensando en el pasado y nos preguntamos qué es lo que depara el futuro, pero no podemos lograr nada menos que nuestra mente se centre en el día a día. La Biblia nos enseña que Dios nos da la gracia para cada día que vivimos. Creo que la gracia de Dios es el poder que permite y nos da energía para hacer lo que tenemos que hacer y la da generosamente, como y cuando la necesitamos.
Hay niveles de vida más elevados que nunca hemos alcanzado. Hay paz, satisfacción y alegría que nunca hemos experimentado. El mundo hace que sea fácil para nosotros llenar nuestros oídos con todo tipo de cosas que ahogan la voz de Dios y empujarlo muy lejos en el fondo de nuestras vidas.
Si usted puede aprender a confiar en Dios en el momento, recibir su gracia cada que se necesite, puede convertirse en una persona verdaderamente pacífica - y eso es intensamente convincente. La Palabra de Dios nos enseña que lo que se conoce acerca de Dios es evidente para todos, porque Él se ha dado a conocer en la conciencia interna de la humanidad, así como lo hizo con Moisés, Aarón y el pueblo de Israel en el desierto.